Españía

Ya en el 2011 se hablaba de Españistán: un país sumido en la pobreza como resultado de la crisis y la burbuja inmobiliaria. Pero el término no es correcto. En cambio, debemos empezar a hablar, métaselo en la cabeza, de un lugar llamado Españía.

Españía es un país de empresas poco productivas y bajos salarios. Españía es un lugar con pocos servicios sociales. Españía es un sitio donde no se innova, donde no se investiga, donde no se emprende. Al fin y al cabo a Españía no le importa, únicamente aspira a competir con los países de Europa del este y con sus vecinos de patera: Portugía, Italía, Grecía e Irlandía.

Españía es el amargo resultado de algo que se encuentra en la esencia de lo español: la resistencia al cambio y la resignación. Cuando se debió cambiar el modelo productivo, cuando se debieron cambiar las reglas bancarias, cuando se debió cambiar la ley del suelo, cuando se debió fomentar la productividad y la innovación, en ese preciso momento, se optó por seguir apoyando la industria improductiva, el trabajo medido en horas presenciales, se ignoró el talento y se malvendió la especialización: Se apagaron las ideas brillantes.

Y así, toda Españía se resignó a vivir en un estado de mediocridad. Al fin y al cabo, un país en el que el dictador muere en la cama ya está sumido en la mediocridad como norma. No se si será el adn, el alcohol barato, el sol o las costumbres sociales, pero un enfermo sin ganas de vivir acaba muriendo, como un país sin ganas de luchar y emprender acaba siendo un lisiado. Habrá quien se conforme, habrá quien diga «peor sería competir con los países asíaticos», pero ¿qué dicen los emprendedores?.

No lo sabemos porque no están, los que pudieron salieron cuando vieron zozobrar el barco: uno puede vivir en cualquier situación mientras haya expectativas de mejora, pero cuando los ciudadanos resignados, los mandatarios caducados y los viejos empresarios se empeñan en cerrar las puertas y tapiar las ventanas del progreso, los que tuvieron alas escaparon volando.

Españía es la URSS capitalista, el lugar que expulsó al talento por sus normas sociales y legales: se fueron los buenos, se quedaron los mediocres. Y si acaso quedó algún bueno, éste se refugia en un universo ficticio que le invita a evadir la pérfida realidad, la realidad que le empuja a pensar, aunque se niegue a aceptarlo, que Españía no tiene sitio para gente como él, y que hay lugares mejores en los que encajaría sin apenas proponérselo.

Ojalá fuera casualidad que en 20 años no hayamos disminuido el número de alumnos por aula. Ojalá fuera casualidad que los alumnos acaban el instituto sin poder mantener una conversación en inglés. Ojalá fuera casualidad que seguimos a la cola en inversión en I+D+i. Ojalá fuera casualidad que los bancos te tratan de loco si pides un préstamo para innovar en la red. Pero no lo es.

Cierto, la realidad es tozuda. Aunque como miembros de la Unión Europea, e incluso como ciudadanos del mundo, debemos buscar un futuro mejor, es nuestro deber. No muy lejos te esperan sueldos acordes a tu formación, servicios sociales que no menguan, sociedades donde la corrupción no es la norma y países en los que dar de alta una empresa es cuestión de horas.

Y si acaso decides quedarte, no hay motivo para la resignación: No dejes que la visión negra de los que siempre han estado ciegos entorpezcan tus pasos. Levántate, lucha por tu futuro, busca un nuevo camino y disfruta de la vida. Hoy no podemos decir que nunca estuvimos mejor, pero cuando los cielos se nublan e incluso el hambre apremia, hay más motivos que nunca para salir ahí fuera y llevar a cabo tus ideas.

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