Se acercan las elecciones…

«…-El Ministro de Economía: diputado, banquero, presidente de 4 sociedades, 2 de ellas americanas.
El Ministro de Asuntos Exteriores: diputado, banquero, controla 70 sociedades, representa al grupo Rockefeller. Sus sociedades poseen 200.000 hectáreas.
El Embajador del Vaticano: jefe de un grupo que controla 85 sociedades, 19 de ellas extranjeras.
Ministro, propietario de dos periódicos.
Antiguo Ministro, diputado, dos bancos, 6 sociedades, 2 de ellas americanas.
El clan Herbert, banqueros, controlan 300.000 hectáreas, 7 sociedades, 3 de ellas americanas.
Un Diputado.
Un Ministro.
Un antiguo Ministro.
Más banqueros.
Más industriales que fueron ministros.
Ministros que son banqueros o industriales.
Banqueros industriales que serán ministros.
Y por fin, el Ministro del Interior, el único que no es ni banquero, ni rico, y cuya tarea es defender a los ricos y a los banqueros…» (État de siège, Costa-Gavras, 1972).

Se acercan las elecciones y desde hace meses carteles de políticos blindan las paredes del metro; da igual la supuesta tendencia política: dentro de unas semanas habrán empapelado todas las paredes y ocuparán todas las vayas publicitarias. Los ciudadanos aunque no lo parezca no nos chupamos el dedo y quien menos sospecha de dónde obtiene esta gente tantos fondos como para alquilar prácticamente todos los espacios publicitarios (y no me refiero a esos anuncios en los que el gobierno de turno te dice lo bien que lo ha hecho tal ministerio o tal conserjería sino a la que sufragan los partidos en si). ¿De qué forma y hasta qué punto es moral que los partidos políticos tengan tantos fondos que dejan las campañas de publicidad de cualquier poderosa multinacional a la altura del betún? ¿Debe ser así o, en otro caso, por qué no se modifican las leyes para que las cuentas y los donativos a los partidos no sean anónimos (y de paso clarificamos y evitamos favores pagados)?.
Realmente la línea que separa lo legal de lo ilegal es fina pero existe, sin embargo percibo que estamos empezando a hartarnos de que los políticos crucen a diestro y siniestro la línea de lo moral y de lo inmoral. Hablo de un sentido amplio de moral, ejemplos no me faltan: políticos que se creen con derecho a saltarse la ley, ministros que desconocen totalmente aquello sobre lo que deben legislar, que no regulan (por pereza o por conveniencia) el mercado inmobiliario para que la gente pueda tener acceso a una vivienda y que compran viviendas que (atendiendo a sus ingresos declarados) están fuera de su alcance, que toman como propios los argumentos de empresas con intereses en algunos sectores y así un largo etcétera. Cualquier ciudadano se sabe como la tabla de multiplicar las tropelías cometidas por sus políticos. Y de acuerdo, no todos son iguales, pero no nos engañemos, los dos que tienen posibilidades de gobernar se parecen mucho, precisamente, en lo peor mientras que durante la campaña electoral muestran su mejor cara.
Te prometerán el oro y el moro, lo que no anuncian es la completa decepción que te invadirá una vez alcancen el poder y empiecen a hacer de las suyas. Hoy, los políticos matan a la política; ya no necesitamos que vengan militares ni extranjeros, son nuestros propios políticos los que hacen que al ciudadano le den a-s-c-o sus políticos.
Ante este panorama se toman distintas posturas: los conformistas invitan a que la espiral siga incitándote a votar a su opción como castigo a la contraria; pero los inconformistas, los que no están satisfechos con la situación actual, juegan su baza con iniciativas como Lo prometido es deuda (una wiki para poder recordarles a los charlatanes lo que prometieron), El Partido Pirata (en defensa de los ciberderechos) o el no tan sorpresivo ciutadans.
En resumen: ante la ineficacia de los políticos surge la iniciativa ciudadana; otro gayo nos cantaría si existiera un mínimo de autocrítica, decencia o dimisiones; palabras desconocidas para la clase política; y claro, luego se preguntan el por qué de la elevada abstención.

disculpenlasmolestias.com

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